Terapia por la escritura

Susana UrbanoEn la escritura de los niños, y en sus dibujos, podemos ver los problemas y traumas que no son capaces de expresar verbalmente, por su dificultad con el lenguaje cuando son muy pequeños, o por el miedo que les supone contar sus cosas a un extraño en un ambiente también ajeno a ellos. El dibujo es un medio de expresión natural en los infantes y el utilizarlo en su beneficio nos incrementa la efectividad de la terapia.
Cuando los niños dibujan transmiten en el papel todo su mundo interior. Es a través de la forma y movimiento de sus trazos, y de los colores que utilizan como nos enseñan su modo de sentir y de actuar.
En el caso de un niño hiperactivo, su escritura era angulosa, muy presionada y el uso sistemático del color rojo acentuaba la agresividad que manifestaba en la escuela con los otros niños.
A través del dibujo como juego, se le fue enseñando el movimiento de formas más curvadas, ejecutadas de manera más lenta y acompasadas con la respiración (una forma diferente de hacer ejercicios de relajación). Más adelante los movimientos realizados diariamente pasaron a formar parte no sólo de sus dibujos sino también de las primeras letras que iba aprendiendo, y de manera espontánea los colores de sus dibujos se ampliaron en la gama de los azules y los verdes, por elección propia del niño.

Dibujo
A la vez que se cambiaba el trazado gráfico, el comportamiento externo fue también modificándose, y aunque la hiperactividad no desapareció, si lo hizo la manifestación violenta e impulsiva que presentaba.
Vemos brevemente como la Grafoterapia, como técnica de introyección, es una herramienta útil para trabajar con los niños, ya que su gran capacidad de aprendizaje por la plasticidad que presentan es rápida en cuanto al tiempo de efectividad. De manera que tan sólo con el cambio de los movimientos gráficos se consigue que se adquieran formas de comportamiento de manera sencilla y casi como un juego.
Si se consigue adaptar la terapia a los niños y a sus capacidades tendremos unos resultados más adecuados para el niño que si es el propio niño quien ha de adaptarse a la terapia.

Susana Urbano. Psicóloga y Grafopsicóloga. info@psicologiabadian.com

Un caso a través del sueño

Susana UrbanoMuchos niños/as tienen pesadillas, es algo que podemos considerar “normal”, son muchas las preocupaciones y miedos las que se manifiestan a través de ellos, sobre todo es el miedo al abandono o pérdida de los padres, lo que se refleja en ellas.
Algo diferente son los Terrores Nocturnos. En ellos los niños se despiertan varias veces a lo largo de la noche con verdadera ansiedad, eso les provoca incluso temor a irse a la cama, no quieren dormir, no quieren soñar. Saben que noche tras noche sus miedos saldrán a flote a través de monstruos imaginados o situaciones generadoras de un malestar tal, que les impide tener un sueño reparador.
En el caso de J.M., de siete años, sus terrores le hacían despertarse sudando, temblando, se levantaba varias veces, visitaba la cama de su madre para asegurarse de que estaba, tomaba agua y volvía con verdadero miedo a la cama, sabiendo que en pocos minutos volvería a despertar. Su sueño consistía en que un gigante, de tamaño enorme, le pisaba como si fuera una hormiga, justo en ese momento despertaba.
Durante el día la imagen no se le borraba, cada vez que lo recordaba se ponía tenso, de tal manera que la ansiedad reaparecía. El agotamiento físico, tanto como el psicológico, mermaba su rendimiento escolar, estaba irritado y constantemente a la defensiva. Se quedaba dormido durante el día y se despertaba de golpe sobresaltado. Por la noche la hora de ir a la cama se hacía un castigo, se negaba, peleaba y gritaba para que se retrasara. Todo había comenzado cuando las peleas de sus padres eran frecuentes, y se agudizó cuando se separaron.
La terapia consistió en principio en enseñarle técnicas de relajación, tanto para realizar durante el día como justo antes de dormir, ya en la cama. Pero lo más llamativo del caso fue el utilizar el propio sueño como escenario para eliminar el miedo.
A lo largo de las sesiones el niño manifestó sentir pasión por “Woku”, un dibujo animado de un niño con súper poderes. En cada sesión el niño lo dibujaba, unas veces solo y otras enfrentándose a sus malvados enemigos a los que, por supuesto, siempre vencía. Esta figura imaginaria se utilizó para hacer visualizaciones donde él podía tener los mismos poderes que Woku y utilizar las mismas armas que él para defenderse.
De esta manera se le indicó que en sus sueños él podía convertirse en ese personaje para defenderse del gigante que le atormentaba. En las primeras ocasiones no llegaba a vencerlo, pero sí le hacía frente, algo que ya le daba seguridad al menos de que no le aplastaría, hasta que en uno de los sueños llegó a derrotarlo. Una vez que lo consiguió dejó de aparecer el gigante en sus sueños. Y la seguridad de poder manejar lo que soñaba se trasladó en seguridad para ir a dormir con más tranquilidad.
Por supuesto, la terapia incluyó la aceptación de la separación, pero el núcleo principal de su problema, soñar, se solucionó a través del propio sueño.
Muchas veces nos centramos en la pura y simple realidad, nos olvidamos del poder que tiene soñar, más para un niño, y de que su gran imaginación puede ser utilizada en su beneficio. Es una manifestación del inconsciente y se puede trabajar desde ahí mismo, desde donde nace el propio miedo.

 Susana Urbano. Psicóloga y Grafopsicóloga. info@psicologiabadian.com

Enfados y rabietas

Susana UrbanoLa forma de descargar en una discusión es un modelo aprendido, somos los padres quienes enseñamos a discutir a nuestros hijos.

La rabia, convertida en rabieta es una forma de manifestar el enfado, el dolor, el temor, la confusión, la frustración, tanto en niños como en adultos.

¿Cómo nos podemos controlar nosotros ante las rabietas y los lloriqueos de los niños?

– No lloriquees ni hagas caso de los lloriqueos del niño. Por ejemplo: “No me gusta que me hables así, habla claro para que te escuche”, “Tienes un minuto para calmarte”.

– Tómate un respiro, tranquilízate, no des respuestas viscerales, no permitir que los lloriqueos te saquen de tus casillas.

– Piensa en lo que necesita el niño. Si responde a las peticiones de hablar tranquilamente mejor, si no puedes intentar otra actividad que os ponga de mejor humor u os tranquilice a los dos.

– No hagas caso de la rabieta.

– Ponte un tiempo tope para hacer caso a la rabieta y una vez consumido ese tope fija límites claros para que el niño corte la rabieta.

Si llega el momento de castigar, aunque no sea lo más deseable, hay que hacerlo constructivamente y esto se hace cumpliendo las siguientes condiciones:

– Castigando temprano y consistentemente, si se castiga cuando el niño empieza a portarse mal es menos probable que se repita el mismo comportamiento que si se castiga cuando el acto ya se ha completado.

– Ha de ser moderadamente intenso: un castigo rápido, firme y preciso es más efectivo que un castigo leve que precisa repetición de forma progresivamente más severa.

– Es importante mostrar alternativas claras y aceptables, castigar por sí solo dice únicamente qué es lo que funcionó mal y el niño ha de saber que es aceptable y que no lo es, esto también nos ayuda a nosotros a premiar claramente lo primero.

– Es necesario cambiar los castigos de forma ocasional ya que el mismo castigo utilizado una y otra vez se vuelve familiar y esperado y pierde efectividad.

Pero recuerda que antes de castigar se pueden utilizar distintas técnicas, algunas de ellas son:

– No hacer caso a las conductas que queremos que desaparezcan y prestar más atención a aquellas que nos interesan que aumenten.

– En lugar de quitar o dejar de hacer cosas que gustan se pueden poner a hacer cosas que a ellos no les gustan.

– Que repitan lo que hacían hasta que se cansen. (Si estaban saltando y gritando hacerlos saltar y gritar un número alto de veces hasta que se agoten).

– Eliminación de estímulos. Si lo mando ir a su cuarto allí tiene multitud de cosas para no aburrirse, es preferible que se quede sentado en algún lugar donde realmente sea aburrido estar.

Susana Urbano. Psicóloga y Grafopsicóloga.

info@psicologiabadian.com

Los niños y las mentiras

Susana UrbanoA los niños pequeños les gusta hacer cuentos e inventar historias.

Esta es una actividad normal porque ellos se divierten oyendo e inventando cuentos y muchas veces confunden la realidad con la fantasía. Un niño mayor o un adolescente puede decir mentiras interesadas (por ejemplo, para no tener que hacer algo o negando responsabilidad por sus acciones). Los padres deben  reaccionar ante este tipo de mentiras ocasionales hablando con el niño y explicándole cuán importantes son la verdad, la honradez y la confianza.

¿Cuándo el mentir puede indicar problemas emocionales?

– Algunos niños, aun sabiendo la diferencia entre la verdad y la mentira, elaboran historias que parecen verdaderas. Estos niños suelen relatar este tipo de historias con gran entusiasmo, ya que reciben mucha atención mientras cuentan la mentira.

– Otros niños y adolescentes caen en el patrón de mentir repetidamente. Creen que el decir mentiras es la mejor manera de satisfacer las demandas de sus padres, maestros y amigos. Estos niños usualmente no están tratando de ser malos o maliciosos, pero el mentir repetidamente se convierte en un mal hábito.

– Hay otros niños y adolescentes que frecuentemente mienten, para ocultar otros problemas serios; por ejemplo, un adolescente con un problema  de drogas o alcohol, mentirá constantemente para ocultar dónde, con quién andaba, que estuvo haciendo o  en que gastó su dinero.

Qué se debe de hacer si el niño o el adolescente miente

Los padres son el molde de mayor importancia para los niños o el adolescente. Si ellos mienten, los padres deben tomarse el tiempo para hablar seriamente con él acerca de:

– La  diferencia entre la fantasía y la realidad, la mentira y la verdad.

– La  importancia  de la honestidad en el hogar y en la comunidad.

– Las alternativas a  mentir.

Si el niño o el adolescente desarrolla un patrón serio repetitivo de mentir, entonces se necesita ayuda profesional.

Orientaciones:

1. Crear un clima que favorezca la verdad.

2. Analizar las causas de las mentiras.

3. Liberarse de actitudes neuróticas.

4. Reprobar la mentira.

5. No reírle las mentiras.

6. Evitar la complicidad.

7. Evitar la represión brutal.

8. Responsabilidad.

 

En conclusión, la mentira pone de manifiesto un fallo de la personalidad, una pendiente hacia el aislamiento y la desconfianza. Por tanto, luchar contra ella no es más que un alarde de buena voluntad, pero que está condenado al fracaso. Es necesario educar para la franqueza y la confianza mutua, que es lo único que garantiza el equilibrio y la felicidad.

Susana Urbano. Psicóloga y Grafopsicóloga.

info@psicologiabadian.com